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    Todo lo que no te cuentan sobre los vehículos eléctricos y que deberías saber

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    Los vehículos eléctricos no son algo de ahora

    Los vehículos eléctricos pueden parecer algo del futuro, pero en realidad son un símbolo de estatus del pasado. A principios del siglo XX, los coches eléctricos fueron uno de los productos más demandados por la alta sociedad en Estados Unidos.

    Entre 1896 y 1930, surgieron los primeros coches eléctricos, que básicamente eran carros eléctricos con capacidad para seis personas y que podían alcanzar una velocidad de unos 22 kilómetros por hora. Estos vehículos llegaron a ser tan populares que para el año 1900 existía toda una flota de taxis eléctricos en Nueva York y llegando a representar un tercio del total de vehículos en funcionamiento. A la gente les gustó porque en algunos aspectos superaban a sus competidores de gasolina. Entre sus muchas ventajas, carecían del olor, del ruido y de la vibración de los vehículos a gasolina o de las máquinas a vapor, además de ser más fáciles de conducir y de reparar, al ser menos complejos en piezas que los coches de gasolina. En un artículo del New York Times de 1911 se describían como los coches del futuro y que incluso los fabricantes de coches de gasolina utilizaban los eléctricos para su uso propio.

    Oliver P. Fritchle un pionero de la industria del vehículo eléctrico

    Oliver P. Fritchle fue un químico e ingeniero eléctrico que comenzó reparando automóviles y que más tarde emprendió en la industria construyendo un vehículo mejor que los que existían en ese momento en el mercado. El primer coche de Fritchle se vendió en 1906 y tras 2 años de duro trabajo estableció una planta de producción en Denver, Colorado. Fritchle fabricó una de las mejores baterías de la época, que permitía recorrer 160 kilómetros con una sola carga. Para demostrarlo hizo un viaje desde Lincoln, Nebraska, a Nueva York en un modelo Fritchle Victoria de dos asientos (que costaba 2.000 dólares). Fritchle completó los casi 3.000 kilómetros que separaban ambas ciudades en unos 20 días, superando caminos complejos y cargando en estaciones de servicio y talleres con sistemas de carga. Tras su azaña, él y su coche volvieron a Denver en tren. Tuvo tanto éxito que abrió una oficina en la Quinta Avenida de Nueva York, para cumplir con la alta demanda por su vehículo.

    ¿Por qué el uso de los coches eléctricos no llegó a cuajar?

    En 1912 la producción de este tipo de vehículos alcanzó su punto máximo. La empresa de Fritchle construía unos 198 vehículos por año entre 1909 y 1914. Los avances en los motores de combustión interna, condujeron de forma inevitable al declive de los coches eléctricos. El nacimiento del Modelo T de Henry Ford, producido en masa a partir de 1908, la eliminación de la manivela por parte de Charles Kettering y la diferencia de precio, crearon la muerte del coche eléctrico. En 1912, un coche de gasolina costaba 650 dólares, mientras que uno eléctrico podía llegar a 1.750 dólares. Si añadimos que la gasolina en esa época era muy económica, todo favorecía a que la clase media se decantara por el vehículo de combustión, casi desapareciendo los eléctricos en su totalidad en 1935.

    Desde los 70 y con la crisis del petróleo como motivador, se volvió a intentar impulsar la tecnología eléctrica en vehículos, volviendo a no cuajar. Hoy en día, la tecnología ha avanzado significativamente en otro intento por imponerse, y que entre muchas dificultades y marketing, trata de ganar terreno en la sociedad solo para crear una brecha de clases por su alto costo y las dificultades que impone el sistema a los vehículos de combustión con políticas supuestamente verdes y desinformación a la ciudadanía que explicaremos más tarde.

    Más que una evolución se ve como una imposición

    Los errores del pasado se repiten, antes al menos tenían una buena intención, pero en esta ocasión es un conglomerado de propósitos en los que, por una parte, es la lucha por el monopolio de la fabricación de los vehículos eléctricos y la industria de baterías y las energías «verdes» y, por otra parte, el control de la movilidad de la población, que cada vez se ve más limitada por esas políticas condicionadas que nos venden como sostenibles entre hipocresía y mentiras sistemáticas.

    Y es que el tema de las zonas de bajas emisiones en las ciudades, es un descontrol total que queda a cargo de los municipios, y no son imposición de la UE, pero al final, bajo criterio nacional y por el interés de las subvenciones que da la UE por la implementación de estas zonas, los ayuntamientos se acogen a estas medidas por dinero.

    Otra cosa a destacar es lo arbitrario de las medidas por las que se restringe a ciertos vehículos a circular por estas zonas, unas medidas hipócritas que no tienen en consideración sus propias premisas y que sesgan por matriculación y no por emisiones, a pesar de que tu vehículo de 20 años tenga un buen mantenimiento y tenga pocas emisiones.

    Se hace muy complicado estar al día de las normas y leyes sobre las etiquetas y zonas limitadas y que cada vez son más restrictivas a futuro, que cada vez es más cercano, lo que hace que la gente se desespere porque de la noche a la mañana no pueda circular por ciertas zonas de su ciudad.

    Una tecnología interesante, pero que de momento es una utopía

    Aunque los vehículos eléctricos son promocionados como una alternativa más confiable y duradera que los vehículos de combustión interna, presentan ciertos problemas que no siempre se destacan.

    Desde la parte mecánica y motor, el problema de las baterías y los puntos de carga, hasta su alto coste y mantenimiento, demuestran que no estamos preparados para ser tan radicales suplantando al vehículo de combustión.

    Los motores de un coche eléctrico son muy diferentes al de uno de combustión. Tienen un altísimo desgaste debido a las altas revoluciones que alcanzan y la simplicidad en elementos que los conforman y que no disponen de unos sistemas tan eficientes de lubricación.

    El tema de las baterías es algo más complejo, desde la duración que dan, a su carga, así como la reparabilidad. La duración es un factor que se ve afectado por la temperatura, la velocidad, el peso, al igual que en un coche de combustión, pero en el caso de este último, es mucho más fácil y fiable a la hora de calcular el rendimiento. Se han reportado muchos casos en los que en invierno la gente se quedaba tirada en la carretera, formando atascos en la carretera y largas colas a la hora de recargar en los contados puntos habilitados para ello.

    Otro punto a destacar es la dificultad de las piezas de recambio de algunos fabricantes como Tesla, que impiden el mantenimiento por parte de cualquier mecánico y que se ven forzados a utilizar piezas creadas por terceros que están viendo una oportunidad de mercado muy interesante.

    Las baterías con problemas no se reparan a pesar de que sea una sola celda la que esté defectuosa, se desecha todo el bloque en un proceso que conlleva la destrucción de esta, obteniendo una serie de polvos aprovechables en una menor cantidad y que son altamente contaminantes. El proceso es muy costoso y no es nada eficiente, conllevando la incorporación de más materiales para su reutilización y posterior creación de una batería nueva, como el litio, que es muy contaminante y que su extracción requiere de grandes cantidades de agua.

    Otra cosa a destacar sobre las baterías es su escasa duración de vida, el gran peso que dan al vehículo y la capacidad que tienen de arder de forma violenta si entran en contacto con el aire, siendo muy peligroso, ya que son muy difíciles de apagar incluso por personal preparado.

    El gigante Tesla y su cúmulo de problemas

    No es raro estar casi de forma continua el escuchar nuevos problemas a los que se enfrenta la empresa de Elon Musk por sus coches eléctricos. Desde el servicio posventa, los problemas de recambios hasta bloqueos por seguridad que impiden que puedas encender el coche y que gracias a la picaresca de mecánicos que conocen bien la marca, te ahorrará un gran disgusto, dinero y tiempo al solucionarlo en apenas unos minutos en vez de tener que lidiar con Tesla para solucionar ese incidente que en muchas ocasiones es causado por propios problemas por actualizaciones del software del vehículo. La automatización y la gente es otro problema, personas que delegan en su totalidad la conducción al sistema automático, pudiendo tener graves consecuencias para sí mismos y los demás conductores.

    Resumiendo

    Aunque los vehículos eléctricos ofrecen numerosos beneficios, es crucial ser consciente de los problemas a los que se ven afectados. Desde el riesgo de incendios inesperados, hasta la inevitable degradación sus componentes en muy corto periodo de tiempo, estos factores pueden influir significativamente en la experiencia del propietario y en los costos a largo plazo. Quizás la efectividad en el uso de esos vehículos de la forma más eficiente se limite al uso en ciudades, así como para el transporte como taxis y reparto, ya que al tener tiempos de uso condicionados, los periodos de carga son más controlados y eficientes.

    ¿Qué opinas sobre la eficiencia de estos vehículos y de las restricciones de las zonas de baja emisión en las ciudades?

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